Evidentemente, nos surge el planteamiento, de si todas ÉSAS parafernalias de SUCESOS no serán exclusivamente GENERADAS POR LOS propios SERES HUMANOS, inducidos conscientemente ÉSO SI, por los ENTES NO VISIBLES, PERO PALPABLES, engendros del averno, los cuales nos rodean y alimentamos constantemente por doquier, y que tienen Sus propios intereses, E INCLUSO LES ENTREGAMOS Y DOTAMOS CON NUESTRA PROPIA AUTORIDAD, al darles existencia, CREER QUE SON CIERTOS, y que estamos subordinados a SUS juegos mayávicos, poderes ficticios generados por evanescentes sombras.
El dióxido de carbono NO es un «contaminante» que causa el calentamiento global, sino que ES el elixir de la vida misma planetaria. La próxima vez que alguien le diga que todos debemos reducir nuestra «huella de carbono» para salvar al planeta del «cambio climático», recuérdele que el dióxido de carbono (CO2) es el elixir de la vida.
Sin el CO2, toda la vida vegetal moriría, lo que significa que todos los seres humanos y los animales también morirían. El CO2 es el alimento de las plantas, después de todo, facilitando la fotosíntesis y el propio ciclo de la vida.
Eliminar el CO2 del planeta, como exigen los cultistas del clima, dejaría al mundo entero sin vida. Se convertiría rápidamente en un páramo marcado por la muerte y la destrucción, y ciertamente no sería un paraíso.
Durante los últimos años, los medios de comunicación controlados por las empresas, los políticos de izquierda y los miembros de la Iglesia del Calentamiento Global nos han dicho a todos que el CO2 es un «contaminante». Nada más lejos de la realidad. El CO2 no tiene absolutamente nada que ver como causa, con las temperaturas mundiales.
Esta parte del tratado denominada “Requisitos Básicos”, en realidad se refiere a los procesos de morir, a las condiciones del mundo material, o los tres mundos del servicio, prestado durante la encarnación. El primer punto trata de la restitución del cuerpo al depósito general de sustancia, o a la prestación de servicio en el mundo externo de la vida física cotidiana, la restauración del alma a su fuente de origen, el alma en su propio plano o -a la inversa- el cumplimiento pleno de su responsabilidad en el cuerpo. El segundo punto encara la eliminación del principio vida y el aspecto conciencia, y el tema no trata de la construcción del carácter como algunos pueden suponer. Me ocupé del carácter y cualidades personales en las palabras preliminares de esta parte del tratado, porque la verdadera comprensión de los principios básicos de la vida y de la muerte se facilita con la correcta acción basada en el recto pensar, dando por resultado la correcta formación del carácter. Sin embargo, no trato de elucidar acerca de estos requisitos previos elementales. Los procesos de integración, tal como deseo considerarlos aquí, conciernen a la integración del alma en el triple cuerpo, si el karma así lo decide o, en el reino de las almas, si el karma decreta la muerte para el hombre.
En consecuencia, en esta segunda parte, consideraremos el problema de la muerte o el arte de morir. Esto es algo que todas las personas gravemente enfermas deben inevitablemente encarar, y los que poseen buena salud deben prepararse para ello mediante el recto pensar y la sensata anticipación. La actitud morbosa que adopta la mayoría de la gente hacia el tema de la muerte y su negativa a considerarla cuando gozan de buena salud es algo que debe ser alterado y cambiado deliberadamente. Cristo demostró a Sus discípulos la correcta actitud cuando se refirió a Su venida e inmediata muerte en manos de Sus enemigos, y a Su reprensión cuando los vio acongojados, recordándoles que Él iría al Padre. Siendo un iniciado de alto grado, quiso significar, esotéricamente hablando, que haría “la restitución a la Mónada”; la gente común y los que no han alcanzado el tercer grado de iniciados hacen “la restitución al alma”.
El temor y la morbosidad que el tema de la muerte comúnmente evoca y la poca disposición para encararlo con comprensión, se debe a que la gente pone excesivo énfasis sobre el cuerpo físico, a la facilidad de identificarse con él y a que está basado en el temor innato a la soledad y a la pérdida de las cosas familiares. Sin embargo, la soledad que acontece después de la muerte, cuando el hombre se encuentra a sí mismo sin un vehículo físico, no tiene comparación con la soledad del nacimiento. Al nacer, el alma se halla en un nuevo ambiente, sumergida en un cuerpo que al principio es totalmente incapaz de valerse por sí mismo o de establecer un contacto inteligente con las condiciones circundantes, durante un largo período de tiempo.
El hombre viene a la encarnación sin recordar la identidad, o lo que para él significa el grupo de almas en esos cuerpos con quienes está relacionado; esta soledad desaparece gradualmente, y sólo cuando establece sus propios contactos personales, descubre a los que congenian con él y eventualmente reúne a su alrededor a quienes considera sus amigos.
Después de la muerte no sucede lo mismo, porque el hombre encuentra en el más allá a quienes conoce y se vincularon con él en la vida del plano físico, y nunca está solo, como el ser humano entiende la soledad; también es consciente de los que poseen aún cuerpos físicos; puede verlos, captar sus emociones y también sus pensamientos, pues no existiendo el cerebro físico no actúa como un obstáculo. Si la gente tuviera mayor conocimiento, temería a la experiencia del nacimiento y no a la de la muerte, porque el nacimiento encierra al alma en la verdadera prisión y la muerte física es sólo el primer paso hacia la liberación.
El temor humano a la muerte se debe principalmente a que la orientación del reino de las almas, el quinto reino de la naturaleza, ha sido (hasta relativamente tarde en el ciclo mundial) dirigida a la expresión de la forma y la necesidad de pasar las experiencias a través de la materia, para eventualmente controlarla con plena libertad.
El porcentaje de almas que se apartan de la expresión en los tres mundos es relativamente tan pequeño -en proporción al número de almas que exigen experiencia en los tres mundos- que, hasta podría afirmarse, la muerte reina triunfante en el ciclo o era que denominamos cristiano. Sin embargo, estamos en vísperas de ver un cambio total de esa condición, debido a que la humanidad -en una escala mucho más amplia que nunca- está obteniendo la necesaria reorientación; los valores superiores y la vida del alma, descubiertos por la insistencia de los aspectos superior e inferior de la mente, están comenzando a ejercer control. Esto forzosamente traerá una nueva actitud hacia la muerte, y será vista como un proceso natural y deseable, padecido cíclicamente. Los hombres comprenderán eventualmente el significado de las palabras de Cristo cuando dijo: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. En el incidente en que pronunció estas palabras se refirió al gran acto de restitución que denominamos muerte. Reflexionen sobre dicho relato y observen el simbolismo del alma, contenido en el alma universal, como el pez en el agua, sosteniendo una moneda de metal, símbolo de la materia.
En uno de los antiguos escritos hallamos las siguientes palabras simbólicas:
Díjole el Padre al hijo: Ve y toma para ti lo que no eres tú, y aquello que no es tuyo sino Mío. Considéralo como si fuera tuyo y busca la causa de su apariencia. Deja que se parezca a ti. Descubre así el mundo del espejismo, el mundo de la profunda ilusión, el mundo de la falsedad. Entonces aprende que has tomado aquello que no es la meta del esfuerzo del alma.
Cuando llegue ese momento en cada ciclo y aparezca el engaño y el latrocinio, entonces se oirá una voz. Obedece esa voz. Es la voz que dentro de ti escucha Mi voz, una voz nunca escuchada por quienes aman el latrocinio. El mandato surgirá una y otra vez: “Restituye los bienes robados. Aprende que no son para ti”. Durante intervalos muy extensos esa voz surgirá nuevamente: “Restituye los bienes prestados; paga tu deuda”.
Entonces cuando todas las lecciones hayan sido aprendidas hablará una vez más la voz: “Restituye con alegría lo que fue Mío; fue tuyo, pero ahora es otra vez nuestro. Ya no necesitas la forma. Libérate”.
Las implicaciones de estas palabras son claras.
CAPITULO NOVENO
Los Siete Métodos de Curación
SERÁ EVIDENTE que si las técnicas, o los siete métodos de curación -relacionados como lo están con las energías de los siete rayos-, fueran impartidas con toda exactitud, resultaría raro verdaderamente encontrar un curador competente que pudiera emplearlas en este período intermedio de los asuntos mundiales. Estamos saliendo de una era y entramos en otra y lógicamente trae dificultades hasta ahora no reconocidas. Por primera vez en la historia humana, la humanidad es suficientemente inteligente como para comprender las implicaciones de tales acontecimientos y posee bastante previsión como para visualizar, imaginar y planear para el nuevo futuro. Por otra parte, el rayo del alma del aspirante común rara vez ejerce un control tal, que proporcione la adecuada iluminación y potencia de rayo, y hasta que éste no controle, tales métodos y técnicas de rayo, que determinan el empleo y dirección de las energías de rayo, serán inútiles. Esto no debe producir desaliento, sino una actitud expectante, particularmente en lo que concierne a los estudiantes y lectores jóvenes. Después de todo, este lapso entre la expectativa y la posibilidad es excesivamente bueno.
En este período intermedio, entre el pasado y lo que está en camino, no es fácil para un Maestro de Sabiduría hablar o enseñar, particularmente en conexión con el tema de la curación. El cuerpo físico no es aún reconocido como unidad eléctrica; su naturaleza, como energía atómica pura, no ha sido aún verificada; la realidad del cuerpo de energía, el vehículo etérico, no es reconocido actualmente en las enseñanzas de las modernas escuelas de medicina, aunque se ha discutido su realidad; la naturaleza explosiva de la energía, cuando entra en contacto con la fuerza, o la del alma en relación con la sustancia, es totalmente desconocida o velada, en el lenguaje místico. Hasta que llegue el momento en que las nuevas fórmulas científicas y los nuevos acercamientos (que han hecho posible el descubrimiento de la liberación de la energía del átomo) sean más generalmente comprendidos y constituyan un tema familiar de discusión y expresado en lenguaje familiar, la futura ciencia de la curación debe permanecer detrás del velo de un idioma inadecuado y oculto por palabras inapropiadas.