1 Y después de seis días, Jesús toma a Pedro, y a Jacobo, y a Juan su hermano, y los lleva aparte a un monte alto; 2 Y se transfiguró delante de ellos; … y temieron en gran manera. 7 Entonces Jesús, llegando los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. 8 Y alzando ellos sus ojos, a nadie vieron, sino a Jesús solo.
Ninguna idea ha sido tan cultivada subjetivamente por la humanidad como la de la resurrección; cuando la vida parece difícil y las circunstancias no tienen ninguna base para la felicidad, cuando no existe nada que nos llama a emprender alegremente el trabajo cotidiano y cuando el sueño de la noche se convierte en una pesadilla nocturna, el pensamiento de levantarse y evadir todas las circunstancias, abandonar todo y entrar en una nueva vida, contiene en sí fortaleza y esperanza.
En Occidente, el Festival de Pascua es considerado el más importante -el Día de la Resurrección. Sin embargo, hace dos mil años, Cristo no resucitó del pétreo sepulcro ni retomó el cuerpo que había descartado. Pasó la gran séptima iniciación, que consideraremos aquí, y conoció el secreto de la vida, de la cual la inmortalidad es sólo uno de sus muchos atributos. La humanidad pone frecuentemente el énfasis sobre el atributo, la cualidad y las reacciones, y no sobre lo que es la realidad básica subyacente; los hombres se ocupan de los efectos y no de las causas; la humanidad, por ejemplo, se ocupa de la guerra y de la terrible preparación para otras guerras, y no especialmente de lo que causa la guerra, causas que si fueran correctamente manejadas podrían evitarla. Consideremos unos pocos aspectos de la séptima iniciación.
La palabra «resurrección» tiene un profundo significado latente en su derivación, y pocas veces se ha puesto el énfasis sobre él. Su interpretación común es que la palabra deriva de «re», nuevamente y «surgere», elevar, por lo tanto significa elevarse nuevamente. Sin embargo, al consultar el diccionario vemos que el prefijo significa levantarse «volver a un estado original». Este retorno está descripto en El Nuevo Testamento en el relato del Hijo Pródigo y dice: «Me levantaré e iré a mi Padre», y en el relato de la resurrección, donde el Maestro Jesús se levantó de la tumba, y no pudieron retenerlo las cadenas de la muerte. En el momento de Su «elevación», tuvo lugar un acontecimiento mucho más importante, y el Cristo pasó por la séptima Iniciación de la Resurrección, volviendo a Su estado original del Ser -para permanecer allí a través de todas las eternidades. Ésta es la resurrección verdadera y final. El Hijo de Dios ha encontrado Su camino de retorno al Padre y a Su fuente de origen. La conciencia de la Vida universal le pertenece, la cual es algo más que simple conciencia de la inmortalidad, porque la idea o concepto de mortalidad no está en absoluto contenida en ella. Muchas muertes tuvieron lugar dentro del ciclo milenario de vidas.
El aspirante llega a ser consciente del alma y se convierte, por lo tanto, en iniciado; nunca olviden que el alma en su propio plano es un iniciado de todos los grados. En último análisis, la iniciación es la comprensión y el reconocimiento, por la conciencia cerebral, de las distintas esferas y estados de divina percepción, con la consiguiente demostración de esta realidad, eterna realidad, en la vida. Debido a ello el hombre piensa únicamente en términos grupales, y lo hace automática e inconscientemente: expresa la integridad grupal como si fuera una mera parte de su naturaleza.
Repito, el nuevo grupo de servidores del mundo está formado por muy diversos tipos de hombres y mujeres escogidos de todas las naciones, sostienen muy diversos puntos de vista y poseen diferentes profesiones e ideologías, por lo tanto es el verdadero representante de la humanidad, siendo este grupo más poderoso que nunca.
La meditación del nuevo grupo de servidores del mundo, en conjunción con la meditación jerárquica, impresionará inevitablemente a los hijos de los hombres que buscan y anhelan la liberación; así se crea un gran canal o sendero de luz a través de la meditación colaboradora y, a lo largo de ese sendero -simbólicamente hablando-, «el Cristo vendrá».