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nuestra Alma en el espacio-tiempo; los misterios de la vida y conciencia

Nuestra percepción, nuestros sentidos se encuentran inmersos en torbellinos fenoménicos fascinantes.

El hecho de dirigir nuestra atención a lo que podemos denominar «realidad cuántica», es decir a nuestro verdadera constitución, es la intencion profunda para aprender, practicando, conjunta e individualmente.

El siguiente, unos documentos que lo explican con bastante claridad:

A continuación, la coherencia precisa de los trabajos grupales, que necesitamos practicar:

A continuación, selecciono unos estractos PARA INTERESADOS:

La etapa final para el átomo humano consiste en ser retirado [e591] [i736] del vehículo mental. Las fuerzas vitales, después de esta abstracción cuádruple, se centralizan totalmente dentro de la esfera egoica; el contacto con los tres planos inferiores sigue siendo posible por medio de los átomos permanentes, centros de fuerza de los tres aspectos de la personalidad.

En cada encarnación las fuerzas vitales han adquirido, por medio del empleo de los vehículos,

una actividad acrecentada, almacenada en el átomo físico permanente,
una coloración, almacenada en el átomo astral permanente
una cualidad de fuerza o propósito activo, almacenada en la unidad mental,

actuando como facultad en el Devachan.

El Devachan es un estado de conciencia que refleja [i737] la [e592] vida de la Personalidad, ese estado elevado que llamamos conciencia nirvánica, logrado por la acción egoica, reflejado tenuemente en los entes separados (y, por consiguiente, matizados por el placer egoísta y separatista) que se hallan grupalmente en dicho estado. En ese estado elevado de conciencia cada ente separado, por medio de la autorrealización, participa de la realización grupal, residiendo allí su felicidad, no sintiendo ya la separación sino únicamente unión y unidad esenciales. Por lo tanto, como puede naturalmente deducirse, no existe devachán para el salvaje o el hombre poco evolucionado, pues no les corresponde ni tienen mentalidad para comprenderlo; a ello se debe la rapidez con que vuelven a encarnar y la brevedad del período praláyico. En tales casos el Ego, en su propio plano, tiene muy poco que asimilar en el resto de las encarnaciones, de allí que el principio vida se retira rápidamente de la forma mental, impulsando al Ego a reencarnar casi inmediatamente.

Cuando la vida de la personalidad ha sido plena y rica, pero no ha alcanzado la etapa en que el yo personal puede colaborar conscientemente con el Ego, la personalidad atraviesa por períodos nirvánicos cuya duración depende del interés en la vida y de la capacidad del hombre para reflexionar sobre sus experiencias. Más tarde, cuando el Ego domina la vida de la personalidad, el hombre se interesa en cosas más elevadas, y el nirvana del alma se convierte en su meta. POR LO TANTO, Ya no le interesa el devachán. Empero, aquellos que están en el Sendero (ya sea el de probación o el de Iniciación) por regla general no van al devachán, sino que encarnan inmediatamente al girar la rueda de la vida, lo cual ahora sucede por la colaboración consciente entre el yo personal y el Yo divino o Ego.

3. Después viene el período en que adquiere la liberación. En esta etapa, el hombre, el alma liberada, ha logrado de acuerdo a la ley, “abstraerse” de la materia de los tres mundos. Ha empleado sustancia dévica, ha trabajado con ésta y establecido todos los contactos vibratorios posibles, adquiriendo todos los “conocimientos” y “revelaciones” que le corresponden; los devas ya no pueden mantenerlo prisionero. Es libre hasta que consciente y voluntariamente, pueda regresar, en otra ronda como miembro de una Jerarquía, a fin de continuar Su trabajo de servicio para la humanidad poco evolucionada de esa época lejana. Como esto se refiere a los siete senderos de oportunidad que se le presentan a un Maestro, no nos ocuparemos de ello. (43) Este es el gran pralaya humano.

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La música de la vida

Hermann Hesse es uno de esos escritores que, a través de su narración, te conecta con algo más profundo que las meras palabras y sus significados.
En su libro «Siddharta» nos transporta al tiempo de este hindú, de la casta de los brahmanes. Como si acompañáramos al protagonista, podemos sentir su insatisfacción,  su sufrimiento, su búsqueda a través de diferentes filosofías y sectas, así como su posterior liberación, tras convertirse en barquero y abandonar toda creencia.

De Jiddu Krishnamurti; su imagen y sus palabras hablan por él, también hoy. 

«El mundo se ha sumido en el caos porque nosotros hemos perseguido valores falsos. Hemos dado importancia a lo terrenal, a la sensualidad, a la gloria y a la inmortalidad personales, cosas todas que engendran conflictos y dolor.

El verdadero valor se halla en el recto pensar; y no hay recto pensar sin conocimiento propio. El conocimiento propio nos llega cuando adquirimos clara y alerta conciencia de nosotros mismos

Jiddu Krishnamurti

El río corría hacia su meta. Siddharta observaba ese río formado por él, por los suyos, por todas las personas que había visto. Todas las corrientes de agua se deslizaban con prisa, sufriendo hacia sus fines, y en cada meta se encontraban con otra, y llegaban a todos los objetivos, y siempre seguía otro mas; y el agua se convertía en vapor, subía al cielo, se transformaba en lluvia, se precipitaba desde el cielo, se convertía en fuente, en torrente, en río y de nuevo se deslizaba corriendo hacia su próximo FIN.

Pero aquella voz ansiosa había cambiado. Aun sonaba con resabios de sufrimiento y ansiedad, pero a ella se le unían otras voces de alegría y sufrimiento, voces buenas y malas, que reían y lloraban. Cien voces…mil voces.

Siddharta escuchaba. Ahora permanecía atento, totalmente entregado e esa sensación; completamente vacío, solo dedicado a asimilar, se daba cuenta de que acababa de aprender a escuchar.

Ya en muchas ocasiones, había oído las voces del río, pero hoy sonaban diferentes. Ya no podía diferenciar las alegres de las tristes, las del niño y las del hombre, todas eran UNA; el lamento del que anhela y la risa del sabio, el grito de ira y el suspiro del moribundo. Todas estaban entretejidas, enlazadas y ligadas de mil maneras.

Y todo aquello unido era el mundo, todas las voces, los fines, lo anhelos, los sufrimientos, los placeres; el río era la música de la vida. Y cuando Siddharta escuchaba con atención al río, podía oír esa canción de mil voces; y si no se concentraba en el dolor o en la risa, si no ataba su alma a una de aquellas voces, adentrándola en su Yo, entonces percibía únicamente el total, LA UNIDAD.
En aquel momento la canción de mil voces consistía en una sola palabra: el OM, la perfección.
En aquel momento, Siddharta dejó de luchar contra el destino. En su cara se dibujaba la serenidad que da la sabiduría del que ya no siente deseos en conflicto, del que ha encontrado la salvación, del que está de acuerdo con el río de los sucesos, con la corriente de la vida, lleno de comprensión y compasión, entregado a la corriente, perteneciente a la UNIDAD.

Titulo: Siddharta,  Autor: Hermann Hesse

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