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Nuestra constitución sutil; ¿Merece la pena poner atención a éstos asuntos.?

Llegamos, por lógica, al punto de fusión o fin de la manifestación y a la consumación (desde el punto de vista de la mónada) del gran ciclo o manvantara. ¿Qué encontramos entonces? Así como en el macrocosmos la fusión de los tres fuegos esenciales del cosmos marcó el punto de realización logoica, así también en la fusión de los fuegos esenciales del microcosmos logramos la apoteosis de la humana realización que corresponde a este ciclo.

Cuando el fuego latente de la personalidad o yo inferior, se mezcla con el fuego de la mente (Alma) o Yo superior, y luego se fusiona con la divina Llama, entonces el hombre recibe la quinta Iniciación en este sistema solar y ha completado uno de sus grandes ciclos. Cuando los tres fuegos resplandecen como uno solo, entonces se libera de la materia o de la forma material. La materia ha sido ajustada correctamente al espíritu, y la vida que en ella mora abandona definitivamente su envoltura, constituyendo sólo un canal para la liberación.

Innecesario señalar la importancia de ÉSTE TEMA, para cada uno de nosotros, PORQUE NO ES CUESTIÓN DE CREENCIAS, sino de la observacion verídica y la práctica.

Las alteraciones climáticas, a todo trapo, al igual que todo en la sociedad.

Menos mal, que el conocer la etiología de ÉSTOS DESASTRES, no interesa A NADIE.

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Significados de la Vida, en éste mundo.

22 Dícele Judas: Señor, ¿y qué ha pasado que Te vas a manifestar a nosotros y NO al mundo?" 23 Respondió Jesús, y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos á él, y haremos con él morada.

Una vez, que hemos captado ó comprendido lo ilusorio en lo fenoménico, posiblemente podemos encontrarnos en idóneas condiciones, para interesarnos en nuestras capacidades de manifestación, las caracteristicas inherentes en la Conciencia y el Espíritu.

LA COORDINACIÓN DE LA PERSONALIDAD

Consideramos, aunque superficialmente, el hecho de que el ego se apropia de las formas mediante las cuales puede expresarse en los distintos niveles de manifestación divina. Se ha observado que tales formas, a su debido tiempo, personifican la voluntad y el propósito de su interno Morador divino. Este Morador interno es el alma. A medida que el ciclo evolutivo sigue su curso tienen lugar tres desarrollos:

Las formas a través de las cuales ella se expresa, se desarrollan poco a poco como resultado de:
Encarnaciones sucesivas.
El impulso y la consiguiente actividad del deseo.
La interpretación de la experiencia que se intensifica y llega a ser más correcta y adecuada a medida que pasa el tiempo.
El yo interno, identificado con la naturaleza forma:
Llega a ser poco a poco consciente y, en consecuencia, inteligentemente activo en los tres mundos de la evolución humana.
Cambia su foco de atención sucesivamente de un cuerpo a otro, pasando conscientemente a estados cada vez más elevados de conciencia, hasta que el Sendero de Búsqueda se convierte en el Sendero de Retorno, y el deseo de identificarse con la forma se convierte en aspiración por lograr la autoconciencia. Más tarde se obtiene la identificación con el Yo en su propio nivel de conciencia.
Se reorienta, y así en sentido oculto “abandona lo que hasta entonces le parecía deseable y aspira alcanzar aquello que hasta entonces no había percibido”.

En el proceso evolutivo el aspirante pasa por una etapa intermedia en que la “divina atracción” reemplaza a la atracción que ejercen los tres mundos; esta etapa se desarrolla en cinco partes:
El período en que se da cuenta de la dualidad y de la falta de control.
El período en que se afirma el autocontrol mediante el siguiente proceso:
La descentralización.
La comprensión de la tarea que debe realizar.
La investigación, por el divino Observador, respecto a la naturaleza de la vida de la forma.
La divina expresión, comprensivamente aplicada, por medio de la forma.

El período en que tiene lugar el alineamiento y (mediante la comprensión y la práctica) la forma se subordina gradualmente a los requisitos del Yo, comenzando a trabajar al unísono con éste.
El período en que las formas se van alineando a intervalos cada vez más frecuentes, son:
integradas en una personalidad activa y funcionante;
arrastradas por el poder de su vida personal dominante o integrada;
controladas gradualmente por el Yo y fusionadas en un instrumento para servir eficientemente al mundo;
unificadas, en intención y propósito, con el alma.

El período en que «el rayo de la personalidad» y «el del alma», se fusionan en una sola energía, y el rayo de la personalidad se convierte en una cualidad del alma, complementario del rayo del alma, posibilitando el desarrollo del propósito del alma en los tres mundos. ( físico, astral, y mental.)

Así es como progresamos, y de este modo forma y conciencia, apariencia y cualidad, se unen y se alcanza la unidad divina, dando fin a la dualidad sentida hasta entonces, que ha obstaculizado al aspirante.

Dos puntos de este tema justifican su estudio. Uno abarca el proceso del pasado ciclo evolutivo que durante su transcurso ha llevado al aspirante a presentir la dualidad, la consiguiente lucha y la apenas lograda reorientación hacia la realidad. Este período, para los propósitos actuales, ha sido adecuadamente descrito por las ciencias exotérica y esotérica.

El otro es el período de perfección final, alcanzado como resultado del esfuerzo. Un período ha quedado muy atrás y la humanidad inteligente ha avanzado mucho hacia el período de comprensión; el otro pertenece al futuro -nos limitaremos a estudiar la tarea del aspirante al reorientarse en el Sendero de Probación, a medida que va percibiendo acrecentadamente el mundo de los valores superiores y la existencia del Reino de Dios. En este sendero presiente su dualidad en forma casi angustiosa y comienza a ansiar la unidad. Tal es la tarea que debe realizar hoy un vasto número de aspirantes mundiales. El deseo por esta reorientación es tal, que ha producido la actual perturbación mundial, y es fuente espiritual de la causa específica de los conflictos ideológicos que hoy se desarrollan en todos los países.

Ahora entraremos a analizar el trabajo de los discípulos del mundo que, habiéndose esforzado por lograr la reorientación deseada, han aprendido que la necesidad fundamental es integrar la personalidad y establecer contacto o fusión con el Yo, el ego o alma. Sería conveniente tener presente estas tres etapas, pues la mayoría de los problemas psicológicos modernos se deben a:

Los procesos de reorientación con los consiguientes trastornos y desórdenes de la personalidad.
El proceso de integración que se desarrolla en la naturaleza inferior de la humanidad inteligente, conduciendo inevitablemente a la dualidad y al conflicto.
La fusión consciente de la personalidad y el alma, con sus efectos fisiológicos y personales, produciendo los problemas y dilemas psicológicos del aspirante y del discípulo muy evolucionado. En esta etapa se acrecienta el así llamado “mal de los místicos”.

Trataremos también, aunque muy brevemente, los esfuerzos que realiza el iniciado a medida que trabaja por medio de y con el mecanismo subyugado de la personalidad para servir al Plan. El iniciado a su vez -utilizando el alma y el cuerpo en forma unida y alineada- se va dando cuenta gradualmente de una síntesis aún más elevada, Después de la tercera iniciación emprende un renovado esfuerzo para producir una fusión e integración más incluyente -esta vez con la mónada o el aspecto vida. Sobre esta última etapa poco puede decirse que sea de valor. La enseñanza que sería ininteligible para un iniciado de tercer grado, resultaría inútil e incomprensible hasta para el discípulo altamente integrado e inteligente, especialmente cuando tal enseñanza es necesario darla por medio de símbolos muy abstractos y complicados, que requieren un cuidadoso análisis e interpretación. Ninguna de estas enseñanzas superiores se imparte por medio de palabras, habladas o escritas.

a. SIETE TÉCNICAS DE INTEGRACIÓN

Consideraremos ahora las siete técnicas de integración, recordando que trataremos la integración de la triple naturaleza inferior en una personalidad activa y consciente, antes de fusionarse en una unidad con el alma. Debemos recordar que tratamos aquí el aspecto conciencia de la manifestación y su captación y la valorización del propósito y de la verdad. Tendemos siempre a pensar en la forma y en la actividad de la forma; es necesario repetir una y otra vez la necesidad de pensar en términos de conciencia y percepción, que conducen a una comprensión eventual. Cuando se captan el propósito y la verdad, se ponen en conflicto directo la voluntad de la personalidad (el individuo separatista regido por la mente concreta y analítica) y la voluntad del alma, que constituye la voluntad de la Jerarquía de Almas, el Reino de Dios. En el cuarto reino o humano, el factor que controla es el deseo, que se convierte en aspiración. En el quinto reino, el espiritual, el factor que controla es el propósito divino o la voluntad de Dios. Entonces hallamos que este propósito, libre de lo que llamamos deseo, está motivado por el amor, expresado por la devoción y el servicio y llevado a su plena expresión en el plano físico.

Lógicamente como podrá suponerse, existe una técnica para cada uno de los siete rayos. El rayo del ego o alma, adormecido en las primeras etapas dentro de la forma, aplica ocultamente estos métodos de integración. El alma es esencialmente el factor integrador y se manifiesta, en las primeras e inconscientes etapas, como el poder coherente del principio vida que mantiene unidas las formas en encarnación. En etapas posteriores y conscientes, manifiesta su poder aplicando los métodos de controlar y unificar a la personalidad, métodos que el hombre no puede aplicar ni disponer de ellos hasta que su personalidad se haya integrado. Con frecuencia esto se olvida, aunque los hombres reclaman los derechos que otorga el discipulado y los poderes que confiere la iniciación antes de llegar a ser una personalidad integrada.

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